A pocos almerienses se les escapa la existencia de una serie de problemas crónicos en nuestra querida ciudad que, por muchos años que transcurran, y al igual que sucede con el dinosaurio de Monterroso, siguen estando siempre ahí. Problemas que van desde obras ‘malditas’ que nunca llegan a materializarse del todo –rehabilitación de la Casa Consistorial, llegada de la Alta Velocidad, prolongación del paseo marítimo, soterramiento de las vías del tren, etc. –, hasta situaciones vergonzosas que rara vez se producen en otras ciudades, pero que en Almería son el pan nuestro de cada día, como los múltiples vertederos de basura y escombros en los aledaños de la Alcazaba, donde, pese a ser el principal monumento de nuestra provincia, sigue doliendo a la vista el horrible acero corten en parte de su muralla, sin dejar de lado los vertidos de aguas fecales en la Rambla, el cierre intermitente del Cañarete por desprendimientos que se producen cada dos por tres, la suciedad endémica en barrios como El Zapillo, los apagones que padecen en zonas de Pescadería, Los Almendros, El Quemadero, El Puche, los dificultades con la movilidad en barriadas como Los Molinos, etc.

Como son tantos y tan variados estos problemas crónicos, vayamos por partes. En lo referente a obras ‘malditas’ de Almería, y sin ánimo de extenderme demasiado –pues a buen seguro que podría publicarse una colección de libros tratando esta cuestión que bien podría rivalizar con los 46 tomos de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós– me centraré en las que considero más representativas, empezando por la reforma de nuestra Casa Consistorial, ubicadas en la Plaza Vieja, y que tuvo que ser desalojada allá por el año 2005 debido a su pésimo estado de conservación. Tres lustros después, seguimos esperando que las dependencias municipales que hoy se encuentran desperdigadas por toda la ciudad puedan regresar al lugar del que nunca debieron salir. Y aquí cabe recordar que, si bien en un principio esta actuación dependía exclusivamente de la Junta de Andalucía, hace ya años que el Ayuntamiento lo asumió como cosa suya, y que el palacio de El Escorial tardó menos en construirse allá por el siglo XVI que en rehabilitarse este céntrico edificio en pleno siglo XXI. También tardó menos aquel real encargo de Felipe II que la primera actuación seria sobre el Cable Inglés, donde parece que ya sí se vislumbra el final de lo que se empezó a hablar hace ahora 35 años. Ahí es nada. Parecido ocurre con nuestra vieja estación de tren, cerrada a cal y canto durante años, y que ha tenido que esperar nada menos que tres décadas para ser declarada BIC. Ahora también se está rehabilitando, si bien, aunque parezca increíble, todavía desconocemos qué uso tendrá una vez finalicen las obras. También vienen prometiéndonos desde hace décadas varios PERIs en La Chanca, San Cristóbal, Barrio Alto… Y ahí siguen estas barriadas, asemejándose a zonas de guerra por su lamentable estado. En cuanto al manido Puerto-Ciudad, mejor ni hablamos de las décadas que se viene hablando de ello sin que se haya sustanciado absolutamente nada.

Aunque, si hablamos de obras malditas, hay dos que merecen especial atención: el soterramiento hasta el Puerto (incluyendo la llegada de la Alta Velocidad) y la prolongación del paseo marítimo. Sobre la primera, no hace falta repasar los ríos de tinta en prensa con proyectos variopintos que jamás se han materializado. Tampoco entraré a hablar de Vladivostok. Lo que sí diré es que, lo más parecido al soterramiento que más de una vez nos han vendido, se está produciendo con el viejo paso a nivel de El Puche, que también acumula ya un retraso considerable, pues debería haberse terminado en octubre del año pasado, y que debido a esta actuación, Almería es la única capital de provincia de toda España a la que no llega el tren. Sobre la prolongación del paseo marítimo, también estamos padeciendo un sangrante retraso tras la paralización de la obra –mucho antes de la llegada de la pandemia- y que, al igual que con el soterramiento de El Puche, se ha debido a una baja temeraria en la adjudicación que, desde Ciudadanos, ya denunciamos desde el primer minuto. Dos obras vitales para el progreso de Almería, y dos obras de las que ignoramos cuándo terminarán.

Y luego, como señalaba al inicio, están las situaciones vergonzosas, y también endémicas, que difícilmente se producen en otros lugares, y entre las que podemos destacar los solares infectos en las cercanías de la Alcazaba, auténticos vertederos improvisados que llevan demasiados años allí ante insultante dejadez del Ayuntamiento. También vienen de décadas atrás las aguas fecales que, aún hoy, llegan a la zona de la ballena, en la desembocadura de la Rambla, con el consiguiente hedor que provocan. Y no menos típico de Almería es la alarmante suciedad que padecen no pocas barriadas almerienses, o que la carretera de El Cañarete pase más tiempo cerrada que abierta…

Por concluir, es probable que el denominador común del potencial remedio para solucionar buena parte de todos estos males que padecemos los almerienses sea que, desde todas las administraciones públicas, arrimemos el hombro, y que lo hagamos todos los partidos, de todos los colores, sin supercherías, sin sectarismos, sin partidismos; única y exclusivamente pensando en el progreso de Almería.